Twitter te hace pensar que eres sabio,instagram que eres fotógrafo y facebook que tienes amigos. El despertar va a ser duro.
(Leído en redes sociales)

martes, 31 de diciembre de 2019

Cuándo cambiamos de década??

Resultado de imagen de cambio de decadaY cada diez años volvemos a lo mismo. Para algunos esta medianoche empieza la tercera década del tercer milenio, para otros esto no sucederá hasta dentro de un año, el 1 de enero de 2021. Pero, ¿quién tiene razón? Pues como tantas otras cosas en este vida, depende.

En primer lugar hay que tener en cuenta que cuando contamos un conjunto –da igual de lo que sea–, nunca empezamos por el cero y lo hacemos siempre por el uno. Este simple pero poderoso argumento parece que da la razón, por sí sólo, a aquellos que esgrimen que las décadas empiezan con los años que acaban en 1 y terminan con aquellos en los que el cero es su último dígito. Es la forma natural que tenemos todos de contar del uno al diez.

En el caso de los años, además, no existió nunca un año cero, entre otras cosas porque, cuando a mediados del siglo VI el monje escita Dionisio el Exiguo recibió el encargo del papa Juan I de elaborar un calendario que partiese del nacimiento de Cristo, este número, literalmente no existía como tal, puesto que los eruditos de esa época usaban la numeración romana, en la que no existía el número cero. Así que el primer año después del nacimiento de Jesús fue el 1 después de Cristo, cuando debería –dicen algunos– haber sido el 0–, y de este modo, la primera década fue la que transcurrió entre el año 1 d.C. hasta finales del año 10 d.C.

No contamos nada empezando por el cero, excepto la edad; no tenemos un año hasta 12 meses después de nacer

Un error que hemos arrastrado durante 1.500 años y al que se agarran los que defienden que las décadas empiezan los años terminados en cero y acaban los terminados en 9. De hecho, cuando contamos la edad de las personas no empezamos con el 1, y hasta que no han transcurrido doce meses desde el nacimiento no decimos que ese bebé tiene un año, y parece que esta práctica sociocultural se habría trasladado al hecho de contar décadas, siglos y milenios.
 


Pero es que además, nos gustan los números redondos y la cosas regulares y por eso preferimos entender que una década es aquella que comprende todos los años que mantienen en común todos los dígitos excepto el de las unidades. De este modo, la década del 2010 empezaría ese año y terminaría en el 2019.

Claro que para salir de dudas, otra de las cosas que podemos hacer es acudir al diccionario y ver qué definición da para década. Estos días, desde la Fundéu se han añadido al debate –por no llamarlo polémica estéril– y Javier Lascuráin –su coordinador general– ha escrito un artículo al respecto.

Década tiene dos acepciones. La primera es “periodo de diez años referido a las decenas del siglo”. Esta definición daría la razón a los que defienden que para el comienzo de la próxima década aún falta un año. Aún queda más claro si además acudimos al Diccionario panhispánico de dudas , que dice que la palabra década se refiere “a las diez décadas de cada siglo, cada una de ellas comienza en un año acabado en 1 y termina en un año acabado en 0”.
 
 

sábado, 28 de diciembre de 2019

¿La inteligencia asegura el éxito en la vida?

Rubén MontenegroLa inteligencia fascina. Muchos padres desean que sus hijos tengan cocientes intelectuales altos y hay empresas que todavía seleccionan a sus candidatos en base a diagnósticos de este tipo. Nos equivocamos. El cociente intelectual no garantiza el éxito y, mucho menos, en entornos complejos como los actuales, tal y como demuestran un sinfín de investigaciones. 

El primer error con elque nos encontramos es pensar que el cociente intelectual lleva aparejado el éxito. El primer estudio que desmonta esta correlación de ideas lo llevó a cabo Lewis Terman, profesor de la Universidad de Stanford, en 1921. Terman se obsesionó con identificar y registrar la evolución de los niños más inteligentes en Estados Unidos. Revisó los expedientes de 250.000 alumnos de primaria y secundaria y seleccionó a los 1.470 con mayor CI. En algunos casos superaban los 200 puntos. Para hacernos una idea del potencial intelectual debemos recordar que la estimación de la inteligencia de Einstein se marca en torno a 160. Terman denominó al grupo de alumnos como Los termitas porque, en teoría, iban a comerse el mundo. Sin embargo, los resultados no fueron los esperados.

Tras décadas de seguimiento minucioso a sus termitas, que recogió en sus libros Estudios genéticos del genio, Terman comprobó que los niños, ya adultos, no habían obtenido la notoriedad pública esperada ni habían realizado aportaciones significativas a la sociedad. Es cierto que entre ellos había dos jueces de tribunales superiores, algún funcionario prominente, empresarios de cierto éxito… pero la mayoría tenían carreras normales y algunos, incluso, habían fracasado. El nivel de vida de Los termitas era alto, pero no tan tanto como cabía esperarse. Es más, parece que, si hubiese escogido a 1.470 niños de manera aleatoria, estos hubiesen alcanzado resultados similares. Por tanto, un cociente intelectual muy elevado no garantiza el éxito. Aquí es donde se abre la ventana de oportunidad para la mayoría de nosotros, que no llegamos ni por asomo a los 200 puntos de CI.
 
La segunda creencia errónea es pensar que el cociente intelectual es fijo. Creemos que jugamos a la ruleta cuando nacemos. La bolita cae en un número y de ahí no nos movemos. Evidentemente, no parece que se pueda duplicar, pero el cociente intelectual puede variar a lo largo del tiempo.

Tercera creencia errónea: el cociente intelectual es suficiente para alcanzar un éxito significativo. La felicidad no depende de la inteligencia, pero sí parece que para lograr determinados objetivos relevantes hay que tener un mínimo de CI. La media de la población está en 100 puntos, pero para destacar, distintos autores sugieren superar el umbral de 120. Otros sitúan el listón por debajo, como describe maravillosamente Malcol Gladwell en su libro Fuera de serie. Como vemos, el CI no garantiza el éxito significativo, que depende más de otros factores como la creatividad, la inteligencia emocional o la capacidad de gestionar las emociones que popularizó el psicólogo estadounidense Daniel Goleman.

El éxito también depende de nuestras habilidades para encontrar soluciones prácticas a los problemas del día a día, como propuso José Antonio Marina con su inteligencia ejecutiva; o de la fuerza de la determinación, que hace que una persona no ceje en su empeño. En resumen, superado cierto umbral en el CI, para tener éxito en la vida son mucho más importantes las habilidades de gestión emocional, de nuestras fortalezas o nuestra determinación que la propia inteligencia. Los logros extraordinarios obedecen menos al talento que a la oportunidad.