Ninguna cadena presenta un proyecto exhibiendo como puntos fuertes de su
programación exclusivamente concursos, programas del corazón, fútbol y
telenovelas. Por el contrario, argumentan acerca de la importancia de fomentar
las culturas plurales, programas e información que respondan a una realidad
social, fomento de actitudes éticas y valores humanos, etc. Sin embargo, la
puesta en práctica de la programación, cuando una cadena inicia emisiones, deja
mucho que desear.
Hace tiempo, los profesores y los manuales de periodismo enseñaban que una
Televisión, sea pública o privada, era "un servicio público". Como
tal, debería ser un canal por el que transitaban mensajes y contenidos para
todos, incluidas las minorías. Si vamos más allá, los Medios deberían buscar la
cercanía de minusválidos sensoriales (pongamos por caso los sordos) o minorías
étnicas y culturales. La televisión, como servicio público, debería volcarse en
el fomento de una democracia social y participativa, por ejemplo, mostrando la
labor y las posibilidades de asociaciones de los barrios, o promocionando el
deporte de base, o el trabajo sencillo y sin pretensiones de los voluntarios de
las organizaciones humanitarias. Esto no implica convertir a las televisiones en
boletines informativos de las ONG o de las instituciones. Muy al contrario, un
servicio público debe incluir los valores éticos y las actitudes de solidaridad
en su línea editorial con la misma naturalidad que durante mucho tiempo han
incluido su afinidad por una ideología, por un partido, o por un gobierno, sin
necesidad de dedicarle programas especiales.
Es evidente que la Televisión no es un erial en cuanto a contenido social o
formativo. Existen programas, profesionales o campañas que se distancian de la
línea del "pan y circo", mostrando propuestas atractivas e inteligentes,
provocadoras de pensamiento alternativo y de nuevos horizontes. Pero son islas
en medio de un océano proceloso de misses, balones y telenovelas.
Estamos a punto de sustituir en el inconsciente colectivo el concepto de
"servicio público" por el de "empresa privada". Pronto se verá como normal que
la televisión nos muestre sólo aquello que suponen los directivos que es
rentable para los accionistas, olvidando que los accionistas intelectuales y
cordiales somos los espectadores. De momento, estamos a tiempo de exigir que las
Cadenas de Televisión, en especial aquellas que se gestionan con dinero público
y emiten en abierto, no nos tomen por ignorantes e incluyan, de una vez por todas, en su programación
contenidos orientados a mejorar la calidad de vida y la dignidad de los
espectadores.
No hay comentarios:
Publicar un comentario