La ciudad es un producto de la intervención de actores sociales sobre procesos materiales y políticos.
Los seres humanos tendemos cada vez más a aglomerarnos, a vivir en grandes ciudades, porque necesitamos de sus servicios y de todo lo que nos ofrece. La mitad de la población mundiál vive en ciudades y se calcula que a mitad de siglo lo hará el 80% del planeta. Pero creo que no es oro todo lo que reluce. A esos servicios tan fantásticos que nos ofrece una gran urbe (zonas verdes y deportivas, teatros, óperas, edificios administrativos, cines, grandes centros de ocio y comerciales, parques temáticos, estadios, campus universitarios, grandes hospitales...) hay que incluir espacios crecientemente problemáticos donde se concentra pobreza y población excluida y eso da lugar a la evidencia de las grandes desigualdades sociales que nos ofertan grandes metrópolis como Río de Janeiro, México D.F., Estambul, Nueva Delhi, Buenos Aires y por qué no las europeas como Madrid, Lisboa, Londres o Roma.
Además en estas últimas es donde más se constata la mayor tasa de suicidios y enfermedades mentales pues la soledad y la anomia (distorsión de la realidad propia) atormentan a millones de personas. ¡Qué gran incongruencia que la soledad atormente en una ciudad que cuenta con millones de habitantes!. Además la violencia social cada vez es mayor bien por delicuencia, racismo, xenofobia, terrorismo o violencia de género.
Lo cierto es que en su sentido histórico, la ciudad siempre se consideró como un lugar donde los individuos se encuentran para mejorar sus condiciones de vida de forma común pues las urbes son el "satisfactor" más complejo y efectivo de las necesidades humanas porque sin quererlo éstas producen sobre todo relación. Pero relación en el sentido amplio de la palabra. Relaciones buenas y malas.
Por lo tanto el concepto de ciudad nos deja dos reflejos nada indiferentes: CONFLICTO y CONVIVENCIA. Y ahí es donde todos decimos, pues que cada uno se busque la vida para sobrevivir encontrándonos con la selección natural en la ley de la selva.
Los seres humanos tendemos cada vez más a aglomerarnos, a vivir en grandes ciudades, porque necesitamos de sus servicios y de todo lo que nos ofrece. La mitad de la población mundiál vive en ciudades y se calcula que a mitad de siglo lo hará el 80% del planeta. Pero creo que no es oro todo lo que reluce. A esos servicios tan fantásticos que nos ofrece una gran urbe (zonas verdes y deportivas, teatros, óperas, edificios administrativos, cines, grandes centros de ocio y comerciales, parques temáticos, estadios, campus universitarios, grandes hospitales...) hay que incluir espacios crecientemente problemáticos donde se concentra pobreza y población excluida y eso da lugar a la evidencia de las grandes desigualdades sociales que nos ofertan grandes metrópolis como Río de Janeiro, México D.F., Estambul, Nueva Delhi, Buenos Aires y por qué no las europeas como Madrid, Lisboa, Londres o Roma.
Además en estas últimas es donde más se constata la mayor tasa de suicidios y enfermedades mentales pues la soledad y la anomia (distorsión de la realidad propia) atormentan a millones de personas. ¡Qué gran incongruencia que la soledad atormente en una ciudad que cuenta con millones de habitantes!. Además la violencia social cada vez es mayor bien por delicuencia, racismo, xenofobia, terrorismo o violencia de género.
Lo cierto es que en su sentido histórico, la ciudad siempre se consideró como un lugar donde los individuos se encuentran para mejorar sus condiciones de vida de forma común pues las urbes son el "satisfactor" más complejo y efectivo de las necesidades humanas porque sin quererlo éstas producen sobre todo relación. Pero relación en el sentido amplio de la palabra. Relaciones buenas y malas.
Por lo tanto el concepto de ciudad nos deja dos reflejos nada indiferentes: CONFLICTO y CONVIVENCIA. Y ahí es donde todos decimos, pues que cada uno se busque la vida para sobrevivir encontrándonos con la selección natural en la ley de la selva.
1 comentario:
Lo peor de las grandes ciudades es que te vuelves desconfiado. Hay tanta delincuencia y engaño, que puedes ver a alguien tirado en la calle y no te paras a preguntarle que le pasa... piensas: "seguro que quiere atracarme"
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