Vivimos a la altura de nuestros ojos,
a mitad de camino entre las estrellas y los átomos
("Tierra"-1996-, de Julio Medem)

(Fuente Mind Hacks)
Si transportamos esta evidencia física al mundo filosófico y por extensión, a la vida misma , nos encontramos con una realidad que nos anuncia que debemos hacer caso solamente de lo que vemos pues el cerebro completa cuestiones que no acaban de ser totalmente reales.
Adentrándonos en el apasionante mundo de la conciencia, llegamos a una hipótesis realmente
curiosa y peculiar; el Biocentrismo. Esta idea propuesta por el
científico y doctor en medicina Robert Lanza considera que la VIDA es el centro
de todo, y al contrario de lo que la lógica nos dicta, es ella quien crea al universo y no al
revés.
Para el biocentrismo nada
puede existir sin que un ser vivo lo perciba y la forma en que la realidad es
percibida tiene influencia sobre la misma realidad. Por la noche cuando apagamos
la luz del dormitorio creemos que la cocina sigue estando oculta en la
oscuridad. Sin embargo, la nevera, el horno y todos los electrodomésticos forman
una nube de materia/energía, ya que las partículas subatómicas no ocupan un
lugar definido hasta que no sean observadas, y sólo cuando regresamos a la
cocina a por un vaso de agua, la mente establece el andamiaje para que las
partículas ocupen una posición real.
Nos han enseñado que el
mundo existe por sí mismo, que los ojos de los seres vivos son sólo ventanas
transparentes cuya ausencia (muerte, ceguera) no altera la existencia de la
realidad externa. Pero, ¿Dónde existe la realidad? ¿Dónde se encuentran las
cosas que experimentamos como reales? Desde el punto de vista
del biocentrismo, incluso el espacio y el tiempo son elementos de la biología y
no de la física, ya que los considera como propiedades de la mente de los seres
vivos, lo que significa que tenemos que dudar de nuestras creencias sobre los
mismos. Pensar que podamos ser nosotros los creadores del espacio y el tiempo va
en contra de nuestra educación y del sentido común. Nadie se pregunta si existe
el tiempo, pues es obvio que el reloj avanza, que los años pasan. Lo mismo
sucede respecto al espacio.
Lanza también compara al
tiempo con una grabación de música en un fonógrafo. Dependiendo de donde
coloquemos la aguja escucharemos una pieza u otra. Ese punto será el presente.
La música antes y después de la canción que estamos escuchando serán el pasado y
el futuro. Si cada momento persistiera siempre en la naturaleza todos los ahoras
existirían simultáneamente. Si pudiéramos acceder a todo el disco lo
experimentaríamos de forma no secuencial. Podríamos conocer a las personas como
niños pequeños, como adolescentes, como ancianos, todo junto.
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