3 modelos principales de padres a la hora de educar
1) Padres autoritarios (agresivos).
Se enfadan constantemente y muchas veces sin relación con el comportamiento del niño. La obediencia se consigue a base de miedo y es frecuente que la disciplina sea violenta física o verbalmente. Los hijos pueden ser asustadizos, tímidos, inseguros o rebeldes y desafiantes. Muchas veces los hijos, con la edad, devuelven con la misma moneda si hay conflicto.
2) Padres pasivos (permisivos).
El papel de adulto lo tiene el niño al que se le permite prácticamente todo. Suelen ser niños que aprecian poco lo que tienen y que con frecuencia tienen comportamientos despóticos. A estos padres hay que explicarles que el buen comportamiento de los niños no es un capricho sino una forma de hacer la vida más fácil. Además es necesario “contener” a los niños (sin estrangularlos) porque para el adecuado crecimiento se necesitan límites.
3) Padres democráticos.
Suelen ser padres seguros de sí mismos con buena autoestima. Suelen ser justos, equilibrados, firmes y claros. Interiormente están relajados. Saben que alguna dosis de frustración ayuda a madurar, ya que no siempre se puede hacer lo que se quiere. También saben que es importante que no se cumplan todos los deseos para poder seguir deseando, disfrutando y valorando.
Es también fundamental que los padres no se desdigan uno al otro delante de los hijos. Es importante la coherencia delante de los niños y que los padres aparezcan próximos y afectivos entre ellos. Las diferencias se dirimen en un sitio privado donde no estén presentes los hijos.
Cómo conseguir la tendencia al tipo 3 (siempre que se quiera pertenecer al grupo 3):
Evitar fundamentalmente las siguientes situaciones:
Con frecuencia, un padre se pone del lado de su hijo en contra de la pareja.
Un padre espera aprobación y afecto de los hijos antes que de su pareja.
Un niño desempeña el papel de padre a menudo, tomando decisiones que competen a los adultos.
Si la relación de pareja es mala y los conflictos diarios, los niños sufren mucho. Es imposible ocultar el conflicto. Es importante que sepan que entre los adultos puede haber diferencias (siempre que no se actúe ni violenta ni cruelmente) y que nadie es culpable.
Para poder tener armonía en casa hay que perseverar en el ejercicio de ciertas pautas de conducta. Estas pautas empiezan por un orden de vida en lo físico y en lo psíquico, que los niños necesitan. Algunas importantes son: unas horas de sueño mínimas, alimentación correcta, deporte necesario y relación adecuada (y vigilada a ciertas edades). Es importante inculcarles hábitos en los horarios y en el estudio. También es importante hacerles ver que el esfuerzo es necesario para conseguir las cosas (es sorprendente los falsos mensajes de “facilidad” con que nos bombardean: “aprenda inglés en la piscina”, “pague dentro de 6 meses” etc.).
También es importante que en casa haya un ambiente que favorezca el crecimiento intelectual; que se lea, que se sea crítico con la televisión y que se vaya al teatro, museos y al cine con los niños para ver cosas que desarrollen la inteligencia y la creatividad. Es fundamental que los padres sigan el rendimiento escolar de sus hijos y tengan una buena relación con el colegio, escuela o instituto. La coordinación de padres y profesores es necesaria para la armonía del desarrollo del niño. Los profesores van a ser un pilar clave en este desarrollo, por lo que parece imprescindible mantener una relación fluida y objetivos comunes con ellos.
La cortesía, la amabilidad y el respeto deberían ser también la norma, tanto en casa como fuera. Para el desarrollo social también es importante que los padres y los hijos tengan sus amigos, que se acoja abiertamente a los que vengan a casa y que se hagan actividades conjuntas (a veces sólo con la familia nuclear y otras con familia extensa y amigos).
Las relaciones en casa deberían ser de confianza más que de sospecha.
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