Probablemente, hoy día, hay que sospechar de todo y no fiarse de nada. Los sucesos negativos y conflictivos que acontecen en la sociedad han provocado que no te fíes de nadie que llama a la puerta de tu casa, de alguien que pide ayuda en una carretera, de una llamada desconocida, de alguien que pide limosna, de los que te venden, de los que te compran, hasta de los que te animan. Nos hemos convertido en una sociedad suspicaz.
Y los hechos generales nos modelan como personas desconfiadas y prudentes ante cualquier acontecimiento cercano o lejano. Y los que nos tienen que proteger se encargan de crearnos más inseguridades, policías inventándose sanciones para cubrir su cupo, leyes a favor del criminal y el terrorista, políticos mintiendo y robando, bancos dejando en la calle a familias...
Mi opinión de toda la vida es que cualquier cosa que sale en los medios de comunicación esta previamente sujeta a estudio y planificación mediante un guión para hacer mella en el público diana. Y eso no me deja otra cosa que creer que todos son actores agarrados a un papel, un rol y un guión establecido. Todo es mentira, o casi todo. Triste.
Soluciones: pocas y complicadas.
La clave está en la actitud de todos. La actitud la tenemos que definir como aquello que nos hace desconfiar de todo, o casi todo: de los políticos, de los militares, de los economistas, del clima y de la tv. Para superar esto debemos ir al rescate de la ingenuidad. Ser más confiados para ser más espontáneos y francos.
La ingenuidad y la suspicacia pueden constituir rasgos característicos y hasta predominantes, de toda una sociedad.
A título de ejemplo veo que los estadounidenses constituyen una sociedad de ingenuos, mientras los españoles nos hemos convertido en una sociedad de suspicaces.
Como se ve, entre nosotros, la suspicacia predomina sobre la ingenuidad pues si hiciéramos un ejercicio de subrayar cada factor de suspicacia más frecuentes en nuestro entorno, vería,os cosas sorprendentes.
En mi caso, por encima de muchas cosas sospecho de :
Cualquier anuncio de publicidad.
Cualquier cosa que sale en telecinco.
De cualquiera que se denomine político.
De los que no miran a los ojos cuando te hablan.
Del qué te estrecha la mano mientras mira hacia otro lado.
Del qué quiere venderte algo sin tú necesitarlo.
Del qué promueve manifestaciones y revoluciones sin agotar el diálogo.
Del qué te te habla pero no te escucha.
Quizás estas preocupaciones personales no afecten ya a los jóvenes, pero como somos un país de viejos que hacemos envejecer osmóticamente a los nuevos, puede ser útil redactar este ''aviso a los navegantes'' pensando en el año 2030.
En síntesis: tenemos que trabajar duro para ir al rescate de la ingenuidad. Es decir, para ser más confiados y crédulos en ''el otro''. Para ser espontáneos y claros; para cultivar el idealismo; para disfrutar el encanto de la inocencia. Para comunicarnos mejor.
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