Durante milenios, el sueño de hechiceros, magos y alquimistas ha sido el de encontrar el elixir de la eterna juventud. Y leyendas llegadas de los rincones de la tierra hablan de ríos, fuentes, árboles, frutos y pócimas con poderes para rejuvenecer a los hombres.El interés por la vida y el envejecimiento ha sido una constante en la historia de la humanidad, sobresalen dos aspiraciones constantes a través de distintas culturas y momentos históricos, la inmortalidad y la búsqueda de la longevidad. Distintos mitos como el “Elixir de la vida” buscado por los alquimistas o la “fuente de la vida”, reflejan bien la preocupación por la prolongación de la vida. Ciertos vestigios de estos mitos perviven en la sociedad actual: consumo de vitaminas tratamientos termales anti-envejecimiento, dietas especiales, programas de ejercicio físico intensivo, entre otros, y forman parte de los métodos que se proponen para mejorar la vitalidad y la longevidad.
Heródoto informaba que los etíopes vivían más de 120 años, lograban la longevidad bañándose en una fuente de agua densa como el aceite que dejaba sus cuerpos brillantes y olorosos a violeta.
Pero yo pienso que más interesante que alargar la vida es mejorar su calidad. Por eso los científicos están empezando a considerar la posibilidad de vivir una tercera edad con la vista perfecta, la energía, y la piel lisa de los años jóvenes. Las estadísticas revelan que es posible. Según los demógrafos, un niño nacido hoy tiene muchas oportunidades de llegar a los 100 años. De momento, los que vivimos junto al Mediterráneo (y los japoneses) somos los más longevos. Las poblaciones que consumen muchos alimentos ricos en antioxidantes (frutas, verduras y aceites vegetales crudos) contraen menos cánceres y cardiopatías que los que no lo hacen. ¿Por qué? Todo está en la célula. Ésta metaboliza alimento y, como consecuencia, produce sustancias de desecho. Uno de los más peligrosos es el radical libre, que es una molécula normal con un electrón de más. Pero crea un desequilibrio eléctrico que acaba dañando la célula, y originando cáncer, cardiopatías, artrosis, arrugas, cataratas... Pues los antioxidantes neutralizan el efecto de los radicales libres. Hasta cierto punto...
El gran descubrimiento de los últimos años, en este campo es la telomerasa.Recientes estudios con esta enzima han demostrado que celulas bañadas en una solución de esta sustancia tienen la capacidad de seguir reproduciéndose indefinidamente. Es decir, anula el proceso de envejecimiento y muerte celular.
Esto podría traducirse a tratamientos con telomerasa que evitarían por completo la muerte, tanto celular como del individuo, es decir, sería el fármaco que otorgaría la inmortalidad. Este es un paso crucial en el campo del envejecimiento y en el del cáncer, y abre las puertas a nuevas terapias para muchas enfermedades.
Detrás la telomerasa puede haber más y mejor vida, porque, como dicen los expertos, no sólo envejecemos porque las células dejan de dividirse, sino que aparecen muchos factores.
No se trata de alimentar la utopía, pero si hasta hace poco se hablaba de 120 años como límite para la existencia humana (el récord lo tenía la francesa Jeanne Calmant, fallecida en 1996, a los 121 años), ahora leemos, en publicaciones científicas serias, hipótesis de 150 y hasta más de 200 años de vida. ¿Difícil de imaginar? Para ir haciéndonos a la idea, los nematodos (un tipo de gusanos que viven 9 días) del laboratorio de genética de la Universidad de Montreal resisten vivos 50 días. A escala humana, supondría ¡unos 400 años!
Heródoto informaba que los etíopes vivían más de 120 años, lograban la longevidad bañándose en una fuente de agua densa como el aceite que dejaba sus cuerpos brillantes y olorosos a violeta.
Pero yo pienso que más interesante que alargar la vida es mejorar su calidad. Por eso los científicos están empezando a considerar la posibilidad de vivir una tercera edad con la vista perfecta, la energía, y la piel lisa de los años jóvenes. Las estadísticas revelan que es posible. Según los demógrafos, un niño nacido hoy tiene muchas oportunidades de llegar a los 100 años. De momento, los que vivimos junto al Mediterráneo (y los japoneses) somos los más longevos. Las poblaciones que consumen muchos alimentos ricos en antioxidantes (frutas, verduras y aceites vegetales crudos) contraen menos cánceres y cardiopatías que los que no lo hacen. ¿Por qué? Todo está en la célula. Ésta metaboliza alimento y, como consecuencia, produce sustancias de desecho. Uno de los más peligrosos es el radical libre, que es una molécula normal con un electrón de más. Pero crea un desequilibrio eléctrico que acaba dañando la célula, y originando cáncer, cardiopatías, artrosis, arrugas, cataratas... Pues los antioxidantes neutralizan el efecto de los radicales libres. Hasta cierto punto...
El gran descubrimiento de los últimos años, en este campo es la telomerasa.Recientes estudios con esta enzima han demostrado que celulas bañadas en una solución de esta sustancia tienen la capacidad de seguir reproduciéndose indefinidamente. Es decir, anula el proceso de envejecimiento y muerte celular.
Esto podría traducirse a tratamientos con telomerasa que evitarían por completo la muerte, tanto celular como del individuo, es decir, sería el fármaco que otorgaría la inmortalidad. Este es un paso crucial en el campo del envejecimiento y en el del cáncer, y abre las puertas a nuevas terapias para muchas enfermedades.
Detrás la telomerasa puede haber más y mejor vida, porque, como dicen los expertos, no sólo envejecemos porque las células dejan de dividirse, sino que aparecen muchos factores.
No se trata de alimentar la utopía, pero si hasta hace poco se hablaba de 120 años como límite para la existencia humana (el récord lo tenía la francesa Jeanne Calmant, fallecida en 1996, a los 121 años), ahora leemos, en publicaciones científicas serias, hipótesis de 150 y hasta más de 200 años de vida. ¿Difícil de imaginar? Para ir haciéndonos a la idea, los nematodos (un tipo de gusanos que viven 9 días) del laboratorio de genética de la Universidad de Montreal resisten vivos 50 días. A escala humana, supondría ¡unos 400 años!
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