El niño cuando nace viene capacitado innatamente con potentes herramientas que le permiten procesar información del medio y de él mismo, pero tarda un tiempo en poder construir un conocimiento ordenado y con sentido de todo ello. En el caso de la construcción de su identidad, de su “yo”, es un trabajo lento que se inicia en el mismo momento del nacimiento y que acaba de culminar en la adolescencia. Aunque es cierto que el primer reconocimiento de uno mismo se da ya cerca del segundo año de vida, al reconocer el sujeto su imagen en un espejo. A partir de ahí ya no necesita reconocerse o si? ¿Por qué nos gusta tanto reconocernos de nuevo en esa imagen reflejada de nosotros mismos?. La respuesta parece que tiene que ver más con un proceso emocional que cognitivo. El concepto “narcisismo” pueda tal vez iluminar algo esa respuesta.
Luego viene el mundo de la fotografía que a muchos nos horroriza cuando queremos posar y al ver el resultado salimos huyendo y al fin y al cabo, somos nosotros. Unos saben posar, a otros nos da tembleque cuando el que da al botón tarda más de dos segundos.
Estamos viviendo en una sociedad en donde predomina la imagen por encima del resto de valores tanto sociales como personales. En el último cuarto de siglo la veneración por la imagen del poder se ha incrementado; debido entre otros factores, a un excesivo dominio de la técnica que distancia y enfría; un ritmo acelerado, una cultura centrada en el afuera, en el consumo y en la competencia, donde importa más el hacer que el ser, un sistema desvitalizado de valores y de ética.
El experimento del espejo.
El inconsciente no es realmente inconsciente; más bien, es menos consciente. De modo que la diferencia entre consciente e inconsciente es sólo una diferencia de grados. No son extremos opuestos; están unidos, relacionados.
Por la noche, antes de acostarte, cierra las puertas de tu habitación y pon un gran espejo delante de ti. La habitación ha de estar completamente a oscuras. Enciende una pequeña llama junto al espejo de tal forma que la llama no se refleje directamente en el espejo. Es tu cara la que se ha de reflejar en el espejo, no la llama.
Contempla constantemente tus propios ojos en el espejo. No parpadees. Es un experimento de veinte minutos y al cabo de dos o tres días serás capaz de mantener tus ojos sin parpadear durante los veinte minutos. Incluso si brotan las lágrimas, déjalas que broten, pero no parpadees y sigue contemplando tus ojos.
A los dos o tres días te harás consciente de un fenómeno muy extraño: tu cara empezará a adoptar nuevas formas. Puede que te asustes. La cara en el espejo empezará a cambiar; a veces, una cara muy distinta estará allí; una que nunca supiste que fuera tuya. Pero todas esas caras que surgen te pertenecen. Ahora la mente subconsciente está empezando a explotar; esas caras con esas máscaras, son tuyas. Y puede que incluso veas una cara que te perteneció en una vida pasada. Después de las tres semanas no serás capaz de recordar cuál es tu rostro. No serás capaz de recordar tu propia cara, porque habrás visto muchas caras muy diferentes aparecer y desaparecer.
¡Este es el momento! Cierra tus ojos y encara el inconsciente. Cuando no haya cara en el espejo, simplemente cierra los ojos. Es el momento más importante; cierra los ojos, mira hacia dentro, y encararás el inconsciente. Esta es tu realidad, pero la sociedad ha creado muchas estratos para que tú no te des cuenta. Y una vez que te conoces a ti mismo, empezarás a ser una persona distinta. Entonces no podrás engañarte a ti mismo; ahora sabrás quién eres.
No hay comentarios:
Publicar un comentario