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(Leído en redes sociales)

domingo, 26 de agosto de 2012

HISTORIAS OLIMPICAS: "La carrera española por organizar Juegos"


Al principio, fue visto como una cosa filantrópica, bohemia, pero poco a poco los Juegos Olímpicos fueron interesando a más gente. Y no tardó mucho en que su organización prestigiara al país encargado de ello, pusiera en el mundo a la ciudad sede, que prácticamente se convierte en la capital global. Desde 1896 hasta ahora, en la que la organización de unos juegos no es posible sin activar todas las teclas de un complicado mecanismo geopolítico, muchos son los países o ciudades que han amagado o se han presentado para la organización del evento de eventos
España no ha sido una excepción, y hasta en ocho ocasiones –incluyendo la actual carrera olímpica- intentó nuestro país ser sede de los Juegos de Verano. Sólo se consiguió, evidentemente, en una pero si dice mucho a favor de España que, salvo en un par de veces, todas nuestras candidaturas han estado relativamente cerca.
La primera vez que España quiso ser sede de unos Juegos Olímpicos fue en 1936. Barcelona inauguraba la lista de aspiraciones hispánicas, y fue la segunda más votada tras la elegida, Berlín, que tendría que haber albergado los Juegos veinte años antes, pero les sorprendió la primera guerra mundial. 
Tras la guerra civil y el aislamiento del país, el fuego olímpico se apagó en España. Sin embargo, en los sesenta del desarrollismo y en los que empezaba a verse un cierto aperturismo político, alguien decidió que España debía presentar una candidatura. Era conjunta entre Madrid y Barcelona, pero centralizada en la capital. Y como treinta y cinco años antes, una ciudad alemana dio al traste con las aspiraciones hispánicas. Munich superó en diez votos a Madrid.
Ya en aquella época, los Juegos tenían en su elección un componente definitivamente más político que técnico. Y a finales de los setenta, al alcalde de Barcelona, Narcís Serra, se le ocurre que los Juegos serían una magnífica ocasión de modernizar la ciudad, apostar por la integración de la incipiente democracia de España en Europa y el mundo. La fecha venía que ni pintada: 1992, el quinto centenario del Descubrimiento de América. Barcelona se puso en marcha, aunque probablemente el hecho clave para la elección de la capital catalana ocurriera en 1980, con la elección de Juan Antonio Samaranch como presidente del COI. Barcelonés de nacimiento, el hombre que modernizó los Juegos hasta hacerlos rentables vivió, probablemente, uno de los momentos más dulces de su vida cuando el 17 de octubre de 1986 anunciaba al mundo que los Juegos de la vigésimo quinta olimpiada se celebrarían en la ciudad de Barcelona. Para que el fuego olímpico se encendiera en Montjuich –Monte de los Judíos en catalán-, París, Belgrado, Brisbane, Birminghan y Amsterdam se quedaron con la miel en los labios.
Los de Barcelona fueron, probablemente, los mejores juegos de la Historia. Y la llama del éxito olímpico quedó prendida en España. En verano del 93, el presidente de la Junta de Andalucía, Manuel Chaves, sorprendía anunciando la candidatura olímpica de Sevilla para el 2004, a propuesta del entonces alcalde, Alejandro Rojas Marcos . La capital hispalense nunca tuvo posibilidades reales frente a mastodónticos competidores como Pekín o deudas históricas como Atenas. La cercanía de Barcelona y el poco entusiasmo regional más allá de Dos Hermanas, jugó en contra de una Sevilla que ni siquiera superó el primer corte.

Hace diez años, Sevilla intentó volver a ser candidata, para los Juegos, pero claudicó en la votación interna del COE ante Madrid.
En 2005 la capital española supera con suficiencia las dos primeras rondas, de hecho gana la segunda, dejando en la cuneta a New York y Moscú. Sin embargo, en la tercera votación el griego Lambis Nikolau se equivoca de botón y vota erróneamente a París. La capital francesa obtiene 33 votos por los 31 de Madrid que queda eliminada. Nikolau intenta rectificar, pero el voto ya estaba emitido. Un empate a 32 en aquella votación hubiera llevado a una ronda de desempate, que previsiblemente hubiera clasificado a Madrid para la final con Londres. Y muy posiblemente, esa final hubiese significado que la antorcha de éstos pasados juegos se hubiese encendido en La Peineta y no en Wembley.
El último "tiro al palo" de Madrid se produjo en 2009, claudicando en la ronda final ante Rio de Janeiro, pese a la victoria madrileña en primera votación. La escuela diplomática brasileña, considerada como una de las mejores del mundo, junto a un vibrante discurso de Lula Da Silva y el hecho de que Sudamérica nunca haya acogido los Juegos, fueron determinantes. Eso sí: Chicago, pese a la presencia de Obama –su ciudadano más ilustre- en la elección y Tokio cedieron ante el empuje madrileño.

En 2013, Madrid y los Juegos Olímpicos tienen una nueva cita. Como rivales, Bakú y Doha, de países emergentes, Tokio y la gran rival, Estambul, se interponen entre la capital y su sueño Olímpico. ¿Escucharemos dentro de unos meses aquello de "a la Ville de Madrid"?. Hagan hueco en su agenda: la cita es en septiembre de 2013, en Buenos Aires….

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