En plena crisis, que los senadores puedan expresarse en cualquiera de las lenguas autonómicas en todos los ámbitos del Senado tiene un coste de 120.000 euros, según estima la memoria económica del proyecto. El Senado ha ido introduciendo poco a poco el uso del euskera, el catalán, el gallego y el valenciano en su actividad. En el alero está aun la modificación de pensiones, está aun la posible siguiente reducción de los sueldos de los funcionarios públicos. Pero en vez de buscar bienes comunes, soluciones para todos, a todos estos individuos no se les ocurre que sacar su orgullo patrio o más bien regional y anteponen la santa bobada de hablar en sus idiomas cuando, según dicen, hablan el castellano entre pasillos. No voy en contra de la libertad de expresión en sus idomas respectivos, voy al sentido común. La risa del resto de Europa. Cuando muchos se cuestionan si la economía española va a necesitar ser rescatada por la Unión Europea, lo senadores de este país prefieren el despilfarro en tonterías, en el querer que su idioma, tradición y cultura queden por encima de todo lo demás, cuando todo el mundo a fecha de hoy lo reconoce y lo respeta y es obvio y ya llegarán tiempos mejores para que sus idiomas salgan a relucir, pues en estas fechas, van estos fenómenos y se gastan 120.000 euros en la apariencia. Pero eso no es suficiente, los homónimos del congreso les ha entrado la pataleta y también quieren lo mismo. Otros 120.000 euros para demostrar lo bien que hablan sus idiomas.
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