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(Leído en redes sociales)

martes, 18 de septiembre de 2012

DEBERES SI, DEBERES NO.



La batalla 'deberes sí, deberes no' no es muy vieja. Si bien hace años no era discutible, hoy día parece que el debate esta abierto desde el pasado curso cuando desde Francia llegó aquella protesta de los padres aludiendo que las tareas o deberes para casa de los escolares es una práctica que consideran poco útil y germen de desigualdades: "Desde hace tiempo denunciamos los deberes en casa, cuya utilidad nadie ha probado y que no hacen más que acentuar las desigualdades entre los niños que pueden beneficiarse de ayuda y los que no". Afirmaban.



Para muchos, las carencias se suplen con más trabajo en casa: "De un tempo a esta parte hemos constatado que la carga de deberes escolares está aumentado de forma considerable y creemos que las cinco horas lectivas diarias deberían ser suficientes para hacer el trabajo" pero otras voces nos indican lo contrario:
 "Los deberes diarios ayudan a crear un hábito de trabajo, de orden y superación, en el que la familia debe implicarse, estimulando el aprendizaje junto con el colegio".


¿Y qué opinan los profesores? "Las tareas les sirven para reforzar el contenido que se da en el aula y además les crean un sentido de la responsabilidad". "Los deberes fomentan la lectura, la capacidad de investigación, no son sólo ejercicios". "El padre no tiene que explicar, tiene que motivarle y asegurarse de que hace su trabajo". "La diferencia entre los que hacen los deberes y los que no es enorme. Siembras ahora para recoger después" y creen que el trabajo en casa es "necesario para asimilar todos los contenidos que se imparten en el colegio".


1. A favor de los deberes

  • El principal y eterno argumento: hacer deberes desde pequeños enseña valores tan positivos y necesarios como la disciplina, el esfuerzo, la constancia y el tesón. En una sociedad donde se critica a la juventud por regirse por la ley del mínimo esfuerzo, no debemos despreciar estas cuestiones.
  • Los deberes sirven para consolidar y fijar los conocimientos y habilidades que se aprenden en la clase. Por ejemplo, a escribir se aprende practicando, y a leer con fluidez también.
  • Hay que saber ver en los deberes una oportunidad para dar un tratamiento individualizado en la educación a los hijos y con el cariño, aprecio y conocimiento profundo de sus características que sólo puede tener un padre. Debe entonces ser el padre y la madre los que colaboren a dar esa educación más personalizada.
  • Los deberes en este sentido obligan a los padres a pasar tiempo con sus hijos, lo que bien canalizado puede ser una estupenda ocasión para interactuar positivamente
  • Y otra realidad que denuncian quienes defienden los deberes es que no deja de ser paradójico que los mismos padres que los critican tanto son los mismos que apuntan a sus hijos a todo tipo de actividades extraescolares y que presionan por la máxima extensión del horario escolar, para que los niños se adapten a su complicada realidad profesional.
  • Los deberes no necesariamente tienen que ser un pelmazo de dictados, lecturas sin interés, sumas y restas en abstracto, etc. Pueden ser adivinanzas, lecturas divertidas, juegos de ordenador, puzles… En definitiva, algo atractivo para niños y también para padres. Qué mejor que pasar un buen rato juntos, aprendiendo y a la vez fortaleciendo vínculos afectivos.

2. En contra de los deberes

  • Un niño de primaria está todavía en una fase de desarrollo incipiente en el que necesita jugar para desarrollar todas sus capacidades y aprovechar su extraordinaria imaginación, y tiene una capacidad todavía limitada de concentración. 


  • Aburrimos a los niños y les generamos una actitud negativa hacia el estudio, la lectura, las matemáticas, simplemente porque forzamos la máquina y todavía no están preparados. 
  • Los deberes tristemente se convierten en un elemento desencadenante de dinámicas negativas entre niños y padres aburridos y cansados ambos
  • Los niños tienen que salir al parque, hacer deporte, jugar con otros niños… En vez de eso, pasan las horas encerradas en un cuarto, sentados en una silla, encorvados con un lápiz en una mano y una goma en la otra.


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