Algún experto dijo que las derrotas duran cuarenta y ocho horas, pero creo que cuando hablamos de la selección las derrotas duran más. El estado de ánimo tras el partido de España ante Suiza de los seguidores de nuestra selección era algo así como un híbrido entre decepción, incertidumbre, enfado, impotencia, abatimiento e incluso conformismo. Muchos españoles llegamos a no querer saber nada de nada sobre el mundial durante unas horas o unos días. Los medios de comunicación que nos habían vendido el incontestable favoritismo de "la roja" de manera aplastante sobre los demás, esos mismos medios de comunicación que nos hacían creer que Suiza era una selección menor y que sus lentos centrales no pararían de contar los incansables goles de los Villa, Iniesta, Silva y compañía, esos mismos medios, empezaron a no saber a quien poner en su diana de críticas: el árbitro, el mal planteamiento, la alineación, la mala suerte, los suizos que eran tan perversos que se cerraron y tuvieron dos ocasiones y un gol, al enlance Iker y Sara etc, etc. Poco a poco, el estado de nuestra nación, pasados unos días, se ha ido convirtiendo, dentro de la gran incertidumbre, en un cierto optimismo pero con muchos reparos. El problema puede ser si España gana de calle a Honduras, pues la venta de pronósticos positivos volverá a ser máximo para los nuestros y esa nueva euforia nos puede estampanar ante los peligrosos chilenos. El estado español no sabe que estado tiene, ni sabe que estado quiere tener para afrontar los treintaidosavos de final ante Honduras y los dieciseisavos de final ante Chile.
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