Desde hace años, el fútbol americano utiliza habitualmente la tecnología para que las decisiones arbitrales sean acertadas. En cada encuentro los árbitros emplean un sistema de comunicación interna que les permite, en pocos segundos, tomar la decisión correcta. A través de un monitor, unos ven la repetición de la jugada dudosa e informan al principal, que se encuentra en el campo de juego, por ejemplo, el número exacto de yardas que avanzó un jugador o si llegó a la zona de “touch down”.
La edición de la Copa 2010 de baloncesto en España ha usado de nuevo el acta digital estrenada en la última final de la Liga ACB; también una aplicación, el 'Instant Replay' (repetición instantánea) que permite a los árbitros contrastar sus decisiones; repite con el reloj de cuatro caras -que puede ser visto desde cualquier ángulo- empleado desde la fase final de Zaragoza 2005; los silbatos inteligentes, que detienen el cronómetro al sonar y los tableros luminosos, preparados para iluminar el marco cuando se agotan los veinticuatro segundos de posesión.
No digamos ya del atletismo, la natación o el ciclismo de pista. Qué sería si en el mundo del atletismo siguieran los jueces tomando los tiempos con cronómetro en los grandes eventos o decidir un nulo a ojo de buen cubero.
En cambio el fútbol, más bien la FIFA, sigue en su erre que erre de no evolucionar. Ayer la fatalidad y la casualidad ha sacado los colores al fútbol, al mundial (el segundo evento más visto por tv del mundo), a la FIFA y al estamento arbitral cuando un árbitro no quiso mirar la pantalla gigante para ver que un gol de Inglaterra había entrado o cuando un árbitro no quiso pitar un fuera de juego claro en un gol argentino que los asistentes le comunicaban por el "pinganillo". Se puede instalar uno en la prehistoria y no evolucionar por falta de medios o se puede ser prehistórico por convencimiento. O quizá hay muchos intereses creados para seguir en el paleolítico deportivo.
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