Aunque todos los humanos nacen con deseos de aprender y con ganas de descubrir el mundo que les rodea, las experiencias positivas asociadas al aprendizaje van disminuyendo progresivamente a medida que los niños van ingresando en la escuela. Las experiencias de aprendizaje que en los primeros años eran algo divertido y apasionante se convierten después de unos años en la escuela en experiencias generalmente monótonas, aburridas, e incluso, en ocasiones, desagradables. Por tanto, algo tiene que suceder para que unas personas con deseos de aprender y con gran entusiasmo a la hora de enfrentarse a una tarea, después de un cierto tiempo en nuestras aulas, vayan perdiendo progresivamente esas ganas y deseos de aprender.
Entonces, la pregunta que nos podemos plantear es la siguiente, ¿por qué razón un amplio número de alumnos no quieren estudiar o no les interesa para nada lo que se enseña en la escuela? Desde luego, por lo menos una parte de la respuesta a esa pregunta tiene que ver con la escasa utilidad que ven los propios estudiantes a lo que se les enseña. La opinión generalizada es que lo que aprenden en la escuela poco tiene que ver con sus vidas, con sus intereses, con sus preocupaciones y con sus inquietudes. Los conocimientos que se enseñan en la escuela son, en la mayor parte de los casos, muy teóricos, alejados de la realidad y con pocas posibilidades de aplicación; es lo que los expertos denominan "conocimiento inerte" y que tiene efectos muy negativos sobre la motivación.
Por tanto, si queremos estimular en los alumnos el deseo de aprender, lo primero que tenemos que hacer es tratar de relacionar lo que enseñamos en las escuelas con el mundo real, es decir, darle un sentido, un significado y una utilidad a lo que se enseña. Cuanto más aprecien los estudiantes ese vínculo y relación entre la vida real y lo que se enseña en el aula, más interés tendrán por aprender y mayor satisfacción les producirán esos aprendizajes. Y otra cuestión muy importante, lo que se enseña debe mirar directamente a lo que se aprende, es decir, si queremos lograr que nuestros alumnos comprendan lo que se les enseña, hay que tener siempre presente que el aprendizaje tiene unos límites y unos ritmos; y generalmente, la cantidad es uno de los principales enemigos de la calidad, con lo cual enseñar muchos contenidos suele conducir casi siempre a un aprendizaje reproductivo y de baja calidad.
1 comentario:
Nos gustan las cosas que se nos dan bien (y ahí comienza el círculo virtuoso), es por ello que hay que "provocar" situaciones de éxito para motivar (autoconfianza y motivación son las dos caras de la misma carta).
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