Aquel punto en el que nos convertimos en personas incapaces de valorar positivamente a los demás es el momento en el que el nivel de envidia es máximo y completo. Cito una frase textual con la que todos deberíamos convivir: “Qué bien que sepas más que yo de algo porque así voy a aprender mucho a tu lado”.
No hay que odiar a nadie por el hecho de que sepa más que nosotros sobre algo, sino que lo ideal es verle como un aliado en lugar de verle como un competidor. Este es el pecado más normalizado dentro de muchas empresas o círculos sociales.
Una empresa tendría que hablar de competidores de puertas hacia afuera, pero de cooperadores hacia dentro.
La palabra éxito está muy magnificada por la literatura, pero debería tener un significado muy personal. El éxito no tiene porque ser necesariamente lograr aquello que me acerca a la fama, al dinero o al poder. El éxito puede ser tener un trabajo que me permita ir a buscar a mis hijos al colegio cada tarde.
"Había un hombre vendiendo cangrejos en la playa. Tenía dos cubos llenos de animales vivos: uno estaba cubierto y el otro no. Una mujer le preguntó: << Por qué ha tapado un cubo y el otro no?>> Entonces el vendedor respondió: < Tengo dos tipos de cangrejos, unos son japoneses y otros argentinos. Los japoneses intentan salirse del cubo continuamente y cuando uno lo intenta los demás hacen una torre para ayudarle a salir, en cambio los cangrejos argentinos, también intentan escaparse, pero cuando uno lo intenta, los que están más abajo, tiran de él hacia abajo y así nunca consiguen escaparse."
La envidia es una profunda rabia
producida por el logro de los otros
No hay comentarios:
Publicar un comentario