
La gente con talento se ve tristemente ensombrecida por los vendedores de humo. Y aunque hay muchos menos vendedores de humo, en apariencia son el triple que la gente con talento. Lo peor es aquéllos llegan a vender el humo de forma tan ‘talentosa’ que sin quererlo los confundimos con estos.
La crisis, además, ha propiciado que los vendedores de humo den clases a gente con talento y que algunas personas que pretendían seguir la estela de la gente con talento se conviertan de la noche a la mañana en vendedores de humo.
En un contexto en el que científicos, médicos, arquitectos, obreros, mecánicos, electricistas, profesores o taxistas ven eliminadas sus perspectivas laborales, no es de recibo que los vendedores de humo estén enriqueciéndose. Porque lo hacen a costa de mentiras, a costa de engañar al vulnerable, al ignorante o al confiado. Y porque será tarde cuando el consumidor, la víctima, vaya a hincar el diente en su trocito de humo recién adquirido y no encuentre más alimento que el simple vacío y la terrible pesadumbre del estafado.
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