La sociedad actual empuja a los niños de la denominada generación Z (nacidos entre 1994 y 2009), que es la primera que ha incorporado internet al aprendizaje y socialización, a pasar demasiado tiempo pegados a las pantallas. De hecho, la mitad de los niños de 11 años (50,95%) ya tiene teléfono móvil, según la encuesta «Equipamiento y uso de Tecnologías de Información y Comunicación (TIC) en los Hogares», divulgada por el Instituto Nacional de Estadística (INE).
Esta hiperconexión infantil, resulta fatal en la educación, y afecta también a los más pequeños, que están también abducidos por ipads, ordenadores o móviles. ¿Que los padres quieren hablar un rato? "Enchufan" al niño. ¿Que están comiendo en un restaurante y no quieren que el niño moleste? "Enchufan" al niño... Luego nos extrañamos de que los pequeños solo quieran el móvil.
Los padres deberían dejar un poco la tecnología de lado y acordarse más de jugar con sus hijos. El juego es fundamental para su cerebro, y no solo es divertido, sino que enseña a ganar y a perder, ayuda a crear relaciones sociales, incentiva el humor, la expresión verbal, enseña a enfrentarse a los dilemas... El niño que no juega sufre de privación cognitiva y emocional.
El juego permite conocer muy bien a los niños: se ve si muestra cólera, su capacidad de frustración, sus vivencias... Esto se multiplica si el juego es grupal. Ahí se detecta perfectamente el perfil del niño. Si es un líder, si es más tímido, más cooperativo...
La mejor recomendación para estas navidades pasaría por volver al juego de mesa en familia. Parchís, Monopoly... el que permita a los nietos ver a su padre perdiendo, al abuelo riñendo al hijo, y a la madre ganando. Percibir a sus mayores en otros roles resulta súper educativo, y es una de las mejores formas que existen para aprender a vivir en sociedad.
En estas fechas donde los juguetes se multiplican por doquier, no nos podemos atrever a proponer un límite, pero una gran idea sería que la carta a Sus Majestades los Reyes Magos debería parecerse más a un telegrama. No hacemos ningún bien a nuestros hijos inundándoles de juguetes. No voy a poner una cifra. En mi época solo había un yogur, hoy hay 28.000, pero sí un ejemplo: De cuatro juguetes, a lo mejor podemos decirle al niño que tres se los puede quedar pero que uno se lo regale a los niños que no tienen. Si no quiere hacerlo... que no lo haga, pero al menos le estamos dando la opción de ser solidario.
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