Pensemos por un momento que somos superdiestros al volante, mucho más que los demás. Probablemente estaremos convencidos de que lo hacen mejor que casi todo el mundo. Según Sharot, el 93% de la población cree estar por encima de la media en cuanto a conducción, pero eso es imposible pues no todos podemos ser superiores al promedio. Esto es lo que la ciencia denomina ilusión de superioridad.
En un estudio cuyos resultados se acaban de publicar se ha analizado la relación que hay entre la ilusión de superioridad, el sentimiento subjetivo de desesperanza, la disponibilidad de un tipo de receptores de neurotransmisores y la conectividad funcional entre determinadas áreas encefálicas.
Para empezar, en el estudio se ha constatado algo que ya era conocido, y es que la ilusión de superioridad y el sentimiento de desesperanza subjetiva están negativamente correlacionados. Quiere esto decir que los sentimientos de desesperanza parecen ser propios de personas que no experimentan la ilusión de superioridad; o lo que es lo mismo, la gente que no tiene mejor opinión de sí misma que de los demás tiende a sentirse más desesperanzada.
La ilusión de superioridad está correlacionada negativamente con la conectividad funcional entre dos áreas en concreto: la parte dorsal de la corteza y el núcleo estriado sensorimotor. Se da la circunstancia de que las personas con menor densidad de esos receptores tienen mayor propensión a considerarse a sí mismas más atractivas socialmente y, por esa razón, no suelen experimentar sentimientos de desesperanza subjetiva.
Diversas habilidades como la comprensión lectora, conducción de vehículos, y en juegos y deportes como el ajedrez o el tenis, la ignorancia frecuentemente proporciona más confianza que el conocimiento. Su hipótesis es que, en una habilidad típica que los humanos poseen en mayor o menor grado:
Los individuos incompetentes tienden a sobreestimar su propia habilidad.
Los individuos incompetentes son incapaces de reconocer la habilidad de otros.
Los individuos incompetentes son incapaces de reconocer su extrema insuficiencia.
Si pueden ser entrenados para mejorar sustancialmente su propio nivel de habilidad, estos individuos pueden reconocer y aceptar su falta de habilidades previa.
En una serie de estudios, Kruger y Dunning examinaron las autovaloraciones en razonamiento lógico, gramática y humor. Después de haberles mostrado las puntuaciones de sus tests, preguntaron a los sujetos su estimación sobre la posición obtenida en la clasificación, resultando que, mientras que el grupo de los competentes estimaba bastante bien su clasificación, los incompetentes sobreestimaban su posición.
Tras 4 estudios, los autores encontraron que los participantes que puntuaron en el peor cuarto del total en las pruebas de humor, gramática y lógica, sobreestimaban con mucho su habilidad y su resultado en prueba. A pesar de que las puntuaciones de las pruebas los colocaban en el 12% peor, ellos se consideraban entre el 62 por ciento.
Mientras tanto, la gente con conocimiento real tiende a subestimar su competencia.
Un estudio posterior sugiere que los estudiantes más incompetentes mejoran tanto su nivel de habilidad como su habilidad para estimar su posición en la clasificación sólo tras recibir muchas clases en las habilidades que no tenían.
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