Vemos en occidente sociedades ociosas, más preocupadas por cuál es la última moda o de a dónde irán a pasar las próximas vacaciones que no por los problemas reales de la sociedad o del planeta. Se trata de un mundo muchas veces lujoso, de ghettos para ricos o para la clase media. Es una sociedad como la descrita por J. G. Ballard en libros como Super-Cannes.
Existe un mundo occidental cada vez más autocomplaciente acostumbrado a que una clase trabajadora barata y poco contestona le saque todas las castañas del fuego, como en ¿Un mundo feliz? de Aldous Huxley.
Y, cómo no, existe un mundo en que los medios de comunicación son todopoderosos, en el que se lee cada vez menos y en el que el líder de turno -no necesariamente un político- dicta los gustos y las modas de la mayoría. Tenemos atisbos más o menos destelleantes del 1984 de George Orwell o del Fahrenheit 451 de Ray Bradbury.
En pocos años existirá un mundo envejecido, con poblaciones costeras amenazadas por la subida del nivel del mar debido al deshielo de los casquetes polares provocado por el calentamiento climático, con escasez de recursos y problemas de todo tipo, como el descrito en Tierra de David Brin.
Aunque también podemos tener un mundo en el que nos rodeen los robots, como el descrito por Asimov en sus novelas y relatos o por Jack Williamson en Los humanoides. Un mundo en que la tecnología es omnipresente y se utiliza para generar nuevos problemas y solventarlos a su vez.
Y, por supuesto, podemos tener un mundo en el que ha triunfado la hecatombe (nuclear, bacteriológica, química, ecológica, demográfica, social) y de éstos, por desgracia, podríamos a seleccionar una amplia gama de novelas.
¿En cuál de estos mundos deseamos vivir? ¿No buscamos la utopía? Pues por qué si buscamos la utopía parece que a la vuelta de la esquina sólo existe la catrástrofe. ¿No estaremos haciendo algo mal? Y, si es así, ¿no tendríamos que poner remedio antes de que sea demasiado tarde?
Existe un mundo occidental cada vez más autocomplaciente acostumbrado a que una clase trabajadora barata y poco contestona le saque todas las castañas del fuego, como en ¿Un mundo feliz? de Aldous Huxley.
Y, cómo no, existe un mundo en que los medios de comunicación son todopoderosos, en el que se lee cada vez menos y en el que el líder de turno -no necesariamente un político- dicta los gustos y las modas de la mayoría. Tenemos atisbos más o menos destelleantes del 1984 de George Orwell o del Fahrenheit 451 de Ray Bradbury.
En pocos años existirá un mundo envejecido, con poblaciones costeras amenazadas por la subida del nivel del mar debido al deshielo de los casquetes polares provocado por el calentamiento climático, con escasez de recursos y problemas de todo tipo, como el descrito en Tierra de David Brin.
Aunque también podemos tener un mundo en el que nos rodeen los robots, como el descrito por Asimov en sus novelas y relatos o por Jack Williamson en Los humanoides. Un mundo en que la tecnología es omnipresente y se utiliza para generar nuevos problemas y solventarlos a su vez.
Y, por supuesto, podemos tener un mundo en el que ha triunfado la hecatombe (nuclear, bacteriológica, química, ecológica, demográfica, social) y de éstos, por desgracia, podríamos a seleccionar una amplia gama de novelas.
¿En cuál de estos mundos deseamos vivir? ¿No buscamos la utopía? Pues por qué si buscamos la utopía parece que a la vuelta de la esquina sólo existe la catrástrofe. ¿No estaremos haciendo algo mal? Y, si es así, ¿no tendríamos que poner remedio antes de que sea demasiado tarde?
2 comentarios:
El problema es que estamos haciendo mal MUCHAS COSAS!
sí: somos banales y buscamos lo profundo. Queremos creer en utopías pero no les damos cabida en la vida real.
Publicar un comentario