Pocas palabras tienen hoy tanto prestigio como libertad. Si estuviera en mi mano, sólo establecería una regla: no has de interferir en la libertad de los demás. Eso es todo. Cuando interfieres en la libertad de alguien, sólo entonces cometes un crimen. Si estás haciendo algo sólo para ti, sin perjudicar a nadie, deberías ser completamente libre.
Nadie debe interferir de ninguna manera en la vida de los demás, ni nadie debe permitir que los demás interfieran en su vida. Así es como debiera ser el ser humano: ni intentar esclavizar a los demás, ni permitir que nadie le esclavice. Uno debería vivir una vida de libertad y permitir que los demás vivan libremente. La libertad, en efecto, se identifica muchas veces con poder hacer todo lo que uno quiera, siempre que no se perjudique a los demás. Este modo de entender qué significa ser libre concede primacía a la toma de decisiones en presente, promueve elegir lo que yo quiera cuando yo quiera, y sólo toma la precaución de no perjudicar a los demás para evitar ser molestado o interrumpido en aquello que quiero hacer. Se parte del supuesto de que lo que elijo es bueno por el mero hecho de que lo elijo libremente; los demás deben limitarse a respetar mis decisiones, no porque sean buenas o malas, sino porque son las mías, y no las suyas. Entonces respetar la libertad ajena consiste en no inmiscuirse en las decisiones de los otros, aunque sean demenciales o erróneas. Y todo esto hoy en día se ha perdido gracias a muchos pseudo-medios de comunicación.
1 comentario:
El dilema de la libertad no es poder elegir , es poder elegir sin condicionantes
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